Los diarios de Regent Street
Andrés González Barba
Paréntesis Editorial
Andrés González Barba
Paréntesis Editorial
Daniel Ruiz García
Hasta ahora conocíamos a Andrés González-Barba por su faceta como periodista especializado en información cultural, dentro de la plantilla de ABC de Sevilla. Desde hace un par de meses, González-Barba es también novelista, con una ópera prima, Los diarios de Regent Street, que sorprende por su solvencia y desparpajo, con unas ideas, por lo claras, poco comunes en un escritor neófito. Y eso que en su debut ha querido volar alto. Se ha atrevido, nada más y nada menos, con Sherlock Holmes y con el Londres victoriano, en un momento en el que la universal figura creada por Arthur Conan Doyle vive un momento de auge y revisión.
Hay muchas formas de abordar este mito contemporáneo. La que más se impone en estos momentos es la del steampunk, a saber: recreación postmoderna del XIX, con propuestas casi siempre descabelladas en la que se mezcla el futurismo con el vintage y prácticamente con cualquier retal estético que se antoje (robótica, extraterrestres, dinosaurios…). La reciente película de Sherlock Holmes protagonizada por Robert Downey Jr. y Jude Law es el mejor ejemplo. González-Barba, sin embargo, ha querido ser más honesto, y en cierto modo complicarse la vida, recurriendo a la fórmula del mimetismo: construir una novela sobre Arthur Conan Doyle y una suerte de trasunto de Sherlock Holmes rememorando de forma precisa el estilo folletinesco y detectivesco originario; recrear la forma de contar de las novelas y los cuentos del detective universal, como si González-Barba fuera un Conan Doyle redivivo.
Estamos, pues, ante una novela netamente “conandoyliana”, con un estilo muy directo, y una sintaxis que en muchos casos parece más británica que castellana. La trama está trufada de giros, de peripecias, todo es intenso, vibrante, con poco espacio para la reflexión y mucho para la acción. Los personajes se mueven por una Europa de finales del XIX en la que no falta ninguno de los tópicos que nos dejó la literatura fantástica y de intriga de la época: el Londres neblinoso con rincones umbríos plagados de amenazas, el París de los artistas pordioseros y las prostitutas, los puertos con sus marineros fornidos y rudos, las bandas criminales, los sabuesos incansables en su lucha por el Bien…
Pero, ¿de qué va Los diarios de Regent Street? Veamos: estamos en los estertores del año 1893, cuando Arthur Conan Doyle publica El problema final, que debía ser la última aventura de su célebre personaje, Sherlock Holmes. En medio de un escenario londinense que se ve sacudido por una serie de asesinatos en serie, surge un personaje anónimo de la calle, un tal Robert Stevens, que asume la personalidad del mítico detective de ficción y comienza a resolver casos por su cuenta.
A partir de ahí, todo es aventura, acción, nervio. Una novela que cuesta trabajo quitarse de las manos, porque resulta bastante adictiva. No esperen a Camus, ni a Proust. Estamos hablando de una novela de aventuras, para pasar un buen rato. Sin pretensiones ni prejuicios, con el único propósito de entretener. Ideal para combatir las interminables tardes de canícula estival.
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